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Foto del escritorBeatriz Gómez Villanueva

Cómo se inicia un proceso psicótico (3)



Ante lo ya descrito, la confusión, las sensaciones extrañas y la franca pérdida del control se empiezan a manifestar en el paciente reacciones físicas muy particulares. El temor asciende en oleadas de un sudor frío que invade el cuerpo, sobre todo en el pecho, el rostro, la cabeza. El temblor trastorna el movimiento de brazos y manos. El paciente pareciera una hoja en vilo, donde el control ha cedido por completo a las determinaciones de un inconsciente que ha corporalizado la angustia y el horror. Sin embargo, no existe un referente real que motive todo ello. Esto resulta tan subjetivo que no puede ser entendido por quien está fuera de esa condición. Los gritos, el llanto y la desesperación obnubilan al enfermo, quien se percibe como un ser que ha perdido toda capacidad de funcionar normalmente. Los episodios de pánico alteran tanto el ánimo, que el paciente se niega muchas veces a exponerse al mundo en el que puede ser sancionado y causante de disturbio. Prefiere evitar el horrible pánico y frecuentemente opta por encerrarse. Ser muerto en vida es opción, pero el ostracismo no siempre es la clave del control, pues el dolor mental, las explosiones sintomáticas, los delirios y las fantasías no cesan.

 

Entender la sintomatología es un reto para el psicótico, pero sobre todo para sus seres significativos. No saber qué vendrá en el día a día es un misterio encumbrado de miedo. El paciente cree que deja de ser él, para convertirse en algo, un objeto o cosa, aunque normado por la emoción, ya que la razón suele abandonarse. Como esponja emocional, el psicótico desconoce otra forma de vivir y sus grilletes en el escenario absurdo de la locura lo dominan, lo disminuyen y lo alejan de una real posibilidad de modificar el caos y el dolor.

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