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Foto del escritorBeatriz Gómez Villanueva

Drogas y psicosis






El fenómeno social en torno a la criminalización de las drogas, la polémica sobre su legalización y el narcotráfico, han motivado varias posturas y una franca guerra discursiva y política entre diversos sectores. Sin embargo, un tema que se ha soslayado es el impacto de los enervantes en la salud mental del usuario.


Sin adentrarnos en el tema social, político y económico, lo cierto es que los psicotrópicos, incluso los medicamentos que son ingeridos sin control, son precursores muy peligrosos de enfermedades mentales. Esto sucede sobre todo en las personas que tienen una predisposición genética a la enfermedad mental.


El riesgo psiquiátrico por ingestión de sustancias psicotrópicas en estos seres vulnerables se multiplica ante el consumo de alucinógenos.

El uso de sustancias alucinógenas creció en la década de los 60. El propósito de los jóvenes consumidores de la época era conseguir efectos de euforia y una percepción alterada de la realidad, en la que resultaban interesantes los estímulos visuales y auditivos modificados. Esto, sin embargo, no estaba exento de alucinaciones y alteraciones del espacio y del tiempo.


Se ha documentado que la toxicidad aguda de LSD, entre la segunda y la octava hora, propicia imágenes de colores muy brillantes, alucinaciones, cambios en el afecto, el humor y la expresión lingüística. Desde la segunda hasta la décima hora se vive en algunos consumidores un ánimo introspectivo, las percepciones psicológicas se modifican y se apuntala la reflexión existencial y filosófica.


Esta secuencia de procesos descritos de este modo, pareciera fundamentalmente lúdico. Sin embargo, los usuarios con vulnerabilidad psiquiátrica, que desconocen de su propensión, desde luego que pueden desarrollar una condición psicótica irreversible.


Por su parte, la marihuana, el hashish y otros derivados de la cannabis motivan efectos alucinógenos y sedantes. En ciertos usuarios propician mareos y dolor de cabeza, pero por su naturaleza, en dosis bajas propician serenidad, relajación y desinhibición. Se altera el pulso cardíaco y la presión baja.


En altas dosis, la marihuana produce alucinaciones, paranoia, desorganización mental, angustia y otros síntomas psicóticos que se apropian de las personas vulnerables al trastorno psiquiátrico. En este sentido, la marihuana deja de ser una “droga blanda” para esta clase de sujetos.


En los próximos artículos se profundizará sobre el efecto de los enervantes en las personas proclives a la enfermedad mental, y su apuntará la gravedad de algunas sustancias en particular.


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