Mito: Las enfermedades mentales son contagiosas.
Realidad. La enfermedad mental nunca se contagia. Este mito es uno de los que más han dañado al paciente psiquiátrico. Esa creencia fue el motivo por el cual, incluso ahora, estos enfermos son recluidos en clínicas lejanas de la ciudad, para evitar que la sociedad “se contamine” de locura y de la supuesta perversión que acompaña al loco.
En realidad, hay un patrón genético en la psicosis. Si en el árbol genealógico del enfermo hubo o hay seres que han tenido un padecimiento psiquiátrico, desde luego que los con sanguíneos tienen esta información genética y pueden desarrollar un desorden mental.
La existencia de la psicosis es perturbadora para la sociedad, pues muestra la enorme vulnerabilidad a la que puede llegar un ser humano que pierde el control de sí mismo. Por eso, las diferentes culturas evaden la presencia de estos enfermos y los alejan de los entornos supuestamente “sanos”. El psicótico es un transgresor y un ser incomprensible, y de allí ha surgido la marginación y la forma como se han violentado sus derechos humanos a lo largo de la historia.
Mito: A los enfermos mentales les falta inteligencia, pues un ser de madurez intelectual no puede sufrir esos trastornos.
Realidad. Las enfermedades mentales no tienen absolutamente ninguna relación con la madurez intelectual. La psicosis se presenta en personas de cualquier nivel sociocultural, en personas de distintos coeficientes intelectuales y de naciones desarrolladas y emergentes.
El psicótico no sufre de oligofrenia, usualmente, esto es, de retraso mental. Hay otras condiciones y síndromes que se acompañan de retraso, pero no es el caso, por ejemplo, de un esquizofrénico. Lo lamentable es que en las valoraciones médicas se hagan ciertas pruebas para descartar en el psicótico un infradesarrollo intelectual. Es una ofensa que agravia a quienes hemos padecido psicosis.
Mito: Quien se suicida puede ser considerado un valiente o un cobarde.
Realidad. El suicida no es valiente o cobarde. Es un ser enfermo de depresión, o un esquizofrénico o bipolar. La serie de síntomas que muestran esta clase de enfermos, en los que imperan un sufrimiento intenso, un pesimismo crónico, una completa desmotivación y desesperanza, lo orillan a la fatal decisión. La vida pierde sentido y no hay proyecto futuro.
En esa condición se conjugan las percepciones de los hechos pasados significativos, las disfunciones familiares, la baja autoestima, y por supuesto, hay razones biológicas en las que el cerebro manifiesta errores en la neurotransmisión.
Cuando una persona tiene ideación suicida o tendencias tanáticas es urgente acudir al médico especialista. Sobrevivir a un intento suicida siempre es posible y si el paciente asume un sentido de vida, su funcionalidad puede ser completa. En el ámbito psiquiátrico es fundamental, el tratamiento antidepresivo y la psicoterapia tendría que ser paralela a un proceso de sanación integral.
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