Uno de los desafíos más poderosos que enfrenta la sociedad global es la crisis sanitaria que hoy vulnera a todos los que formamos parte del género humano. Y no solo se trata de un asunto de salud con fuertes implicaciones sociales y económicas, sino también en el rubro de la salud mental. Las ansiedades se disparan y las pulsiones de muerte anidan en el imaginario colectivo. El miedo, producto de la incertidumbre, se convierte en estrés, en ansiedad y en pánico. En contraparte, las personalidades evasivas se decantan por no aquilatar el poder devastador del COVID, de tal suerte que actúan de acuerdo con una “normalidad” ya rebasada.
El miedo, producto de la incertidumbre, se convierte en estrés, en ansiedad y en pánico.
Lo importante es dar cauce a un espacio de autorreflexión en el que identifiquemos qué podemos reconocer de esta experiencia para darle un sentido de crecimiento. Aunque resulte paradójico, es necesario valorar la vida en el momento presente, cuando el consumismo, las trivialidades de todo tipo y los apegos materiales han de dar paso a la solidaridad, al respeto al prójimo, a sensibilizarnos en torno al dolor ajeno y a contribuir, desde nuestros respectivos ámbitos, a construir en el ahora una vida con propósito. Las proyecciones futuras se relativizan, si bien éstas deben seguir sustentándose, aunque el enfoque vital se constituye en el hoy. Esto implica una reducción de los apegos, forjarse una vida más sencilla y consciente, una óptica de mayor fraternidad, así como acercarse a un estilo más humano, más austero y cuidadoso con uno mismo.
Esto supone alimentarse mejor, gozar de los detalles amorosos, respirar con conciencia y desarrollar actividades lúdicas que alejen la angustia.
Hay seres que por desgracia tienen afrentas económicas severas, por lo que es un tiempo de creatividad para llevar a cabo acciones alternativas para sortear la pandemia y acceder al saneamiento de la economía.
Éste es un tiempo difícil y hay quienes se refugian en la espiritualidad, la cual es una elección loable. A partir de esta perspectiva, la Fe, desde la óptica de cada cual, es para el creyente una opción que otorga vida y un significado para vincularse a emociones más elevadas, como el amor y la paz.
Tratemos de reflexionar sobre lo que ha de cambiar en nuestras vidas para que éstas salgan fortalecidas para aquellos que aún tengan la oportunidad de trascender esta grave crisis.
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